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¿Te has preguntado acerca de la importancia de protegerte correctamente de los rayos solares?

Sin duda los rayos del sol son indispensables, gracias a ellos podemos ver y calentarnos, tienen la capacidad de regular los periodos de sueño- vigilia debido a que favorecen la secreción de hormonas dentro del cerebro. Además, pueden influir positivamente sobre nuestro estado de ánimo y permite la producción de vitamina D. Sin embargo, una exposición excesiva al sol ha demostrado ser sumamente perjudicial para la salud, con efectos visibles a corto y largo plazo. La piel es el tejido más expuesto y por lo tanto el más afectado, pero no es el único, debido a que los ojos y el sistema inmune también son propensos a sufrir daños. 


De manera breve, el sol es una fuente natural de radiaciones electromagnéticas que se caracterizan por su frecuencia y longitud de onda, y según esto pueden clasificarse de diferentes maneras.  En este caso los rayos de mayor relevancia serán los UVA, B y C. Los UVC son los más nocivos y afortunadamente son absorbidos en su gran mayoría por la capa de ozono. Los efectos que estos pueden tener en la piel dependen del tiempo de exposición, la hora del día, la edad, la latitud geográfica, entre otros. Lo principal a tener en cuenta es que los daños por lo general tienen dos fases de presentación, los tempranos que son el enrojecimiento y la quemadura, y los tardíos que se deben al daño en el ADN como el envejecimiento y el cáncer.  

El eritema solar es la manifestación más temprana y la más frecuente de la sobreexposición, y se considera como la primera señal clínica de riesgo para desarrollar cáncer de piel en el futuro.  Esta es una respuesta inflamatoria desencadenada por el estímulo de los rayos UVB principalmente y suele alcanzar su máxima intensidad entre las 12-24 horas posteriores al evento. En casos extremos de exposición puede llegar a convertirse en una quemadura solar de 1º o 2º grado, con formación de ampollas y daños más profundos. Cuando este tipo de lesiones se producen en la primera infancia, se ha visto que se incrementa exponencialmente el riesgo de desarrollar lesiones cancerígenas en la edad adulta. 

Dentro de las manifestaciones un poco más crónicas de la exposición al sol se encuentran la fotodermatosis y el fotoenvejecimiento. Por su parte, la fotodermatosis hace referencia a un conjunto de enfermedades cutáneas caracterizadas por una respuesta anormal del individuo a la radiación ultravioleta, específicamente a los rayos UVA. El fotoenvejecimiento o envejecimiento cutáneo es diferente al que se presenta por el paso de los años, debido a que la piel se torna áspera, seca y de aspecto tosco, además se evidencian arrugas profundas, telangiectasias o “arañitas”, manchas, pecas y alteraciones en la pigmentación. Las áreas más afectadas son las de mayor exposición como la cara, el cuello, manos y el escote. 

Por su parte, la fotocarcinogénesis se considera una de las manifestaciones más tardías, no porque se presente únicamente en personas adultas, sino porque se considera como el daño acumulativo, consecuencia de exposiciones solares cortas e intensas o prolongadas y repetitivas. Tanto la radiación ultravioleta A como la B causan mutaciones genéticas y una incapacidad de las células de respuesta para desarrollar adecuadamente sus funciones, lo que puede desencadenar en cáncer cutáneo. 

Es por esto que resulta indispensable contar con una rutina adecuada para exponerse al sol de forma segura y obtener sus beneficios sin correr riesgos. Los filtros que poseen los productos disponibles en el mercado, actúan fundamentalmente de dos formas: reflejando la radiación o absorbiéndola; su espectro de actuación es más amplio a medida que proporcionan protección frente a los rayos UVA, UVB y también la luz visible. Entre otras condiciones que hacen que un protector sea de buena calidad, está que cuente con propiedades como buena adherencia y resistencia al agua, al sudor y el roce. Deben ser suaves y no tener dentro de sus componentes agentes irritantes o sensibilizantes, y contar con otras características que hagan que las personas lo usen con regularidad, como un aspecto cosmético amigable y no generar manchas o parches en las prendas. 

Sin embargo, no basta con elegir minuciosamente el protector solar, también hay que tener en cuenta que existen factores geográficos y ambientales que modifican la intensidad de la radiación ultravioleta y por tanto pueden distorsionar o modificar la capacidad de los filtros para protegernos. Por ejemplo, es poco recomendable tomar el sol entre las 11 de la mañana y las 3 de la tarde pues en esta ventana de tiempo la radiación es mucho más intensa y por lo tanto mucho más dañina. Con respecto a la altitud, el aumento en las quemaduras solares es de un 5-10% mayor por cada kilómetro de elevación sobre el nivel del mar, contrario a lo que se cree, es más fácil y más lesivo quemarse en las montañas que en el mar. La latitud geográfica también es un factor relevante, pues la radiación es mucho mayor a medida que se está más cerca a la línea del ecuador, o estar cerca a superficies reflectantes como la nieve o la arena hace que se aumente la exposición y se presenten rápidamente quemaduras. 

Por último, es importante recordar que la cantidad de protector solar también determina su capacidad de actuar y es sumamente importante ser generosos con la aplicación del producto, además de usarlo en áreas olvidadas como párpados, pabellones auriculares, palmas y plantas. Adicionalmente, es ideal apoyarse en accesorios como gafas oscuras que protejan los ojos, y otras prendas que refuercen la protección como camisetas o prendas en nylon o poliéster en colores oscuros se hace imprescindible. 

Recuerda que: en Innovación Médica contamos con productos especiales para el cuidado de tu piel como el Bloq UV, un protector solar de amplio espectro con capacidad hidratante, ideal para el día a día o para acompañarte en tus vacaciones.

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